El bojote diabólico, y el limbo

Fecha de publicación: 2024-05-05 08:21:15

El bojote diabólico, y el limbo

Son estos dos temas diferentes en esencia, pero pueden guardar relación por los días que vivimos.

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2024-05-05 08:21:15

 

El primero es una historia de locura impenitente -con permanentes conductas agresivas, en principio inesperadas- de suma gravedad, atribuible a las costumbres maldadosas que se practican en muchas comunidades, sin explicación aparente. El segundo, las transformaciones que alteran muchas creencias milenarias como el limbo cristiano, o el umbral –la etapa transitoria de los espíritus luego de la muerte física, antes de asumir su destino celestial, o infernal-.

LA DIABLA INMUNDA

Desde el año anterior, tuvimos un serio intercambio de voces con una mujer adulta joven, unos 30 años de edad, celadora informal del barrio Santa Mónica, que responde al nombre de Camila N., por sus abusos e irrespetos constantes contra nuestra individualidad de adultos mayores, protegidos por la ley. Algunas otras personas inquilinas se suman allí a la lista de sus improperios y de sus manifestaciones desquiciadas, sin correctivos de ley.

La mujer, haciendo gala de una ignorancia crasa, la emprendió contra nuestras manifestaciones de desagrado por el ruido que emiten los perros en el encierro obligado en pequeños antejardines del sector durante días enteros, con sus noches. A gritos, nos mandaba a callar, como si tuviera alguna autoridad sobre nuestra reacción individual, originada en el estrés y en los síntomas de tensión elevada, según prescripción médica actual. Su figura femenil estrambótica refleja problemas de salud mental, sin tratamiento conocido: gorda como un marrano –se come unas siete libras de carne, hasta un novillo al almuerzo-, cercana a los 200 kilos de peso, de risa escandalosa y voz gritona (los sonidos que emite se oyen en dos barrios y un multifamiliar, creando perturbación en las familias vecinas).

Circula en una cicla al interior del conjunto, pero se sienta largas horas en una banca exterior del bloque de ingreso al condominio a despotricar del prójimo, acompañada por otra mujer, anciana, que le acolita los arranques maldadosos, mientras se escuchan risotadas diabólicas de tono burlesco que emite la improvisada victimaria de la comunidad. Al tiempo que recorre en cicla las calles del sector eructa escandalosamente, y se complace en la ordinariez de sus costumbres como si nunca hubiera pisado una escuela. Luego de los primeros encontrones con la asquerosa dama, dio en pincharnos una cicla que usamos como transporte habitual.

Tuvo la paciencia de hacerlo en 12 ocasiones continuas, y el día que la cogimos con las manos en la masa reaccionó con palabras de grueso calibre, entre amagues de medirse a los puños con nosotros, en actitud desafiante y retadora. Además de loca actuó como una machorra endemoniada y nos tildó de marihuaneros, sucios, que ‘huelen a feo por no bañarse’, de viejos locos (!). Manifestó que teníamos que irnos del barrio –nos desaparecía los recibos de servicios públicos domiciliarios-, pues éramos unos amargados (el caballito de batalla contra las personas mayores sensibles). En fin, una mujer que debe ir a una cárcel, o a un manicomio cuando menos. El Huila necesita un asilo de locos con carácter urgente, sin promiscuidad y ante la amenaza de enajenación colectiva que vivimos por la época en tránsito.

Se debe prohibir el trabajo de los dementes con poca posibilidad de recuperación y que constituyen una amenaza latente para los que nos creemos cuerdos todavía. Nota de R.: Lamentablemente se nos acabó el espacio por hoy. Anunciamos el tema del limbo, del umbral, para una próxima entrega.

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