Por: Admin - Fecha de publicación: 2025-05-04 08:55:01
2025-05-04 08:55:01
No soy creyente, ni creo en papas, y mucho menos en representantes de Dios, pues que se sepa, no se conoce el decreto divino que los designó; ni en sagradas escrituras, ni en la Iglesia católica, ni en milagros, ni en la resurrección, ni en la vida eterna. En suma, soy ateo por convicción, que cree en la Naturaleza como fuerza creadora y transformadora -como creía Baruch Spinoza, uno de los filósofos más importantes del siglo XVII, perseguido por hereje-; y en valores humanos y en el bien por el bien mismo como misión en este mundo.
Pero ello no obsta para destacar los valores humanos de cualquier líder religioso o laico por sus ejecutorias en beneficio de la humanidad, independientemente de la creencia o no creencia que tengan, como los del recientemente fallecido papa Francisco, denominado “El loco de Dios”, -por el escritor español Javier Cercas en su libro “El loco de Dios en el fin del mundo”, por su papel transformador, uno de los más importantes en la Iglesia católica en tiempos modernos.
Y es que el papa Francisco en sus 12 años de pontificado humanizante y de respeto por los derechos humanos, el medio ambiente y su clamor por la justicia social, por lo cual se ganó no pocos enemigos en el mismo sector cavernario de la Iglesia católica presa del boato que despreciaba Francisco, que lo tildaron de hereje y comunista , como lo hizo su mismo paisano Javier Milei, presidente de Argentina, que lo denominó en forma canalla “ izquierdoso de mierda”, solo por ser amigo de los pobres reclamando justicia social aplicando la doctrina de Jesucristo, como lo suele hacer la extrema derecha en medio de la voracidad capitalista.
Porque de Francisco se ha dicho: “dio el salto hacia una Iglesia mucho más abierta a los no creyentes, como hermanos, como hijos de Dios”, generando reformas donde la manera de gobernar de la Iglesia fuera menos clerical y más mundana; abrir la mano al celibato y a la presencia de la mujer en la curia; consideración con los homosexuales, además de luchar en serio contra la pederastia verdadero tósigo de la Iglesia, para castigar no solo a los que cometen este crimen, sino a sus cómplices. Sin duda un gran transformador que ojalá su sucesor sea del mismo tino para beneficio de la misma Iglesia y el mundo.
