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Opinión

martes, 16 septiembre 2025

Exterogestación: los 9 meses después del nacimiento

Exterogestación: los 9 meses después del nacimiento

Por: Admin

El nacimiento no es el final del viaje, es apenas un umbral. Durante nueve meses el bebé vivió sostenido por el útero materno, en un entorno de calor, alimento y contención constante. Al nacer, sus necesidades no desaparecen; simplemente cambian de escenario. A este periodo lo llamamos **exterogestación**: una prolongación de la gestación, ahora en brazos, en el regazo, en el corazón de la madre, del padre y de la familia.

 

La ciencia de la “especie inmadura”

 

El ser humano nace antes de estar completamente maduro. Comparado con otros mamíferos, el recién nacido es profundamente vulnerable: no camina, no se alimenta solo, ni puede regular su temperatura o emociones. Los neurocientíficos llaman a esto la “inmadurez neurológica” propia de nuestra especie. El cerebro del bebé, al nacer, tiene apenas un 25% del tamaño adulto, tiene un perímetro cefalico aproximado de 34cm y llega en la vida adulta a medir 51cm y necesita experiencias de contacto, mirada y seguridad para completar su desarrollo.

 

El pediatra y antropólogo David Chamberlain lo expresaba con claridad: “El nacimiento no es la meta, es un punto de partida”. Las primeras experiencias moldean la arquitectura cerebral y determinan la manera en que el niño, y luego el adulto, podrá relacionarse, regularse y confiar en el mundo.

 

Nuestros ancestros lo sabían sin teorías: los bebés necesitan brazos. Nuestros antepasados ofrecían lo que hoy la ciencia confirma: nidos humanos hechos de calor comunitario, lactancia a libre demanda, colecho, tacto piel a piel y acompañamiento permanente. En muchas comunidades indígenas, un bebé nunca está solo; siempre hay alguien que lo sostiene, que lo calma, que le canta.

 

El antropólogo Ashley Montagu lo llamó el porteo como útero social: la prolongación natural del útero en el cuerpo materno y paterno, en la red de la tribu. Esta forma de crianza no es una moda reciente, es una necesidad biológica que ha trascendido el tiempo y las culturas.

 

La vida actual nos pone en tensión con este diseño natural. Las rutinas familiares, el desconocimiento en nuestro circulo cercano, los discursos que promueven la “independencia temprana” de los bebés y la necesidad de salir a trabajar muy temprano en el postparto, hacen que muchos padres no tengan la posibilidad o tengan dudas de cargar demasiado a su hijo, dormir junto a él o responder a cada llanto.

 

Sin embargo, lo que realmente construye autonomía futura es un presente lleno de brazos seguros. Cuando el bebé se siente sostenido, su sistema nervioso se calma, sus circuitos emocionales se organizan y su confianza en el mundo se fortalece.

 

La exterogestación nos recuerda que la gestación no termina al cortar el cordón umbilical. El bebé sigue necesitando un “vientre externo” hecho de piel, leche, calor, mirada y presencia. Estos cuidados no son opcionales: son la raíz invisible de la salud emocional, física y espiritual de toda la vida.

 

Al honrar este tiempo con amor, brazos y tribu, estamos sembrando seres humanos más seguros, compasivos y conectados con la vida.

 

 

 

Firma: Maria Carmenza Cuenca Arias

Médica pediatra - Neonatóloga - Cofundadora de Familia SER

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