Por: Luis Fernando Amézquita - Fecha de publicación: 2025-05-04 09:43:26
2025-05-04 09:43:26
Todo parece indicar que la guerra de baja intensidad pero que mata a más colombianos que la declarada, regresa y afecta a 700 municipios de unos mil en el país. Las cifras de la Defensoría del Pueblo son estremecedoras y dejan un sabor de pesadumbre irremediable en nuestros connacionales. No obstante, se puede afirmar que vivimos en un conflicto interminable que se agiganta en el 2025 y muestra unos tentáculos cada vez más impenetrables en virtud del poder mafioso de sus auspiciadores entre los que brilla la derecha financiera con asiento en Dubai y en los paraísos fiscales; en esa parte del tema es una confrontación con olor a bolsa de valores y a lavadero de inversionistas, un efecto del capital especulativo sin importar su origen o su naturaleza perversa. Es codicia y avaricia sin llenura, sin límites, insaciable. Se necesita la lucidez de un Gustavo Petro para definir lo que lleva por dentro ese entuerto, no muy analizado por los medios de comunicación –para ellos, ‘la culpa la tiene Petro’- ni por los dirigentes gremiales, o por los expertos del sistema, que pontifican pero hoy quedan ridiculizados ante el peso de los acontecimientos en curso. El presidente los manda a freír espárragos mediante una andanada cotidiana de denuncias sobre la responsabilidad que les cabe por conducir en falso a las colectividades. Se presume que esa conducta civil de inclinar la cabeza ante sus maniobras políticas permanece intacta en el imaginario de nuestros coterráneos, como práctica aceptada, y así es igual a buena parte de la identidad del ser nacional, domeñado por unos cuantos siglos. Los grilletes y las cadenas aún resuenan en el ambiente de la mazmorra ideológica, partidista. ADDENDA: Las Cortes acaban de dar estatus jurídico-político a la naturaleza (igual al de los seres humanos), a la Madre Tierra, para que sea protegida de los efectos devastadores de la destrucción, por los efectos de bombardeos y de tecnologías de gran poder desplegados en la confrontación del territorio. Es decir, se dispone la responsabilidad de los actores de la guerra para resarcir a la naturaleza, a sus reinos, a su flora y fauna, a sus aguas y a sus aires, al mundo elemental primordial, como seres sintientes, vivientes, hermanos del hombre, y no sus recursos disponibles para exterminar en desarrollo de la contienda y de sus consecuencias impunes, cual objetos sin alma. Tiene contenido espiritual de fondo la sentencia constitucional y legal. El individuo pertenece a la Tierra y no ésta a aquél, todo lo contrario del pensar clásico imperante…